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Los peruanos votaban el domingo entre dos opciones presidenciales populistas, pero opuestas en ideología que difieren sobre las bondades del sistema económico golpeado por la pandemia del nuevo coronavirus.
El izquierdista Pedro Castillo y la derechista Keiko Fujimori llegaron empatados en todos los sondeos, y ambos invitaron a los peruanos a ir a las urnas. Las mesas de votación se abrieron a las 7 de la mañana.
Fujimori salió de su vivienda, en una zona rica de Lima, hasta una barriada donde un grupo de mujeres le preparó un desayuno que tomó junto a sus dos hermanos, esposo el estadounidense nacionalizado peruano Mark Vito Villanella y sus dos hijas. “No tengan miedo frente a la incertidumbre”, dijo Fujimori.
Castillo hizo lo mismo acompañado de sus padres ancianos, sus dos hijos y su esposa Lilia Paredes en su casa ubicada en Anguía, que es el tercer distrito más pobre del país. La familia tomó desayuno en su patio que estaba adornado con un cuadro con la imagen de Jesús junto a unas ovejas que decía “Jehova is my shepherd”. Castillo es católico, su esposa e hijos cristianos evangélicos.
El presidente interino Francisco Sagasti aseguró, luego de votar, que ambos candidatos respetarán los resultados “sin cuestionamientos”, y también invocarán a sus seguidores políticos a que no hagan disturbios ni protestas, ni cuestionen los resultados electorales.
Las autoridades electorales anunciaron que las mesas electorales funcionaban sin novedades en la costa del Pacífico, los Andes y la Amazonía. Incluso, en San Miguel del Ene, una aldea remota en una zona productora de cocaína donde hace dos semanas se produjo una matanza con 16 víctimas, las votaciones se realizaban bajo la protección de los uniformados.
Castillo fue temprano a su centro de votación en Tacabamba, distante a unas dos horas de su casa rural. Antes ingresó a una Iglesia católica donde rezó y colocó velas. Tras votar, caminó junto a su esposa, la profesora Lilia Paredes, por las calles del pueblo seguido por cientos de personas que lo saludaban levantando en sus manos los sombreros de ala ancha que usan los campesinos.
Ambos prometen vacunar contra el nuevo coronavirus a toda la población y son conservadores en temas sociales. Se oponen al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo. El campo de batalla entre los dos candidatos radica en el modelo económico.
La pandemia remeció a Perú, que se jactó de ser la estrella económica regional por sus buenos datos macroeconómicos en 20 años, pero no reparó en la informalidad laboral mayor a 70% y sus pésimos servicios públicos en salud y educación.
El país lleva casi tres décadas de gobiernos amigos del libre mercado sin intervención estatal en el sector empresarial debido a una Constitución escrita en 1993 bajo el gobierno del padre de la candidata Fujimori, el ahora encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), quien cumple condenas por corrupción y su responsabilidad en el asesinato de 25 peruanos en su gestión.
Keiko Fujimori busca mantener el mismo sistema, mientras Castillo anhela reescribir la Constitución para modificar el sistema económico y lograr más ingresos para educación y salud con la participación del Estado en la extracción de recursos naturales como la minería, el petróleo y gas.
“El Perú es un caso de éxito en crecimiento económico, pero, a su vez, de no éxito de un crecimiento social e incluyente”, dijo al diario capitalino El Comercio Santiago Levy, ex vicepresidente de sectores y conocimiento del Banco Interamericano de Finanzas.
El virus provocó 10 millones de pobres que viven con menos de tres dólares por día, decenas de miles de negocios quebraron y hay más de 185.000 muertos, cifra que casi triplica las víctimas del conflicto armado entre el grupo terrorista Sendero Luminoso y los uniformados entre 1980-2000.
La hija de Fujimori también promete 2,500 dólares a cada familia con al menos un muerto por COVID-19. Asegura que repartirá 40% de un impuesto por la extracción de minerales, petróleo o gas a familias que viven cerca de esas áreas extractivas.
Castillo ofrece de forma adicional, renegociar los contratos con multinacionales que extraen minerales, gas y petróleo en busca de más ingresos estatales. También asegura que cobrará deudas al fisco de poderosos grupos empresariales que suman más de 2,400 millones de dólares.
Fujimori, sobre quien la fiscalía pide 30 años de cárcel por presunto lavado de dinero, recibe apoyo de la élite económica local, así como de políticos de otros países, entre ellos, el opositor venezolano Leopoldo López, el expresidente colombiano Andrés Pastrana y el expresidente boliviano Jorge Quiroga.
Por su parte, el profesor izquierdista tiene adhesiones de los expresidentes de Bolivia, Evo Morales, y del exmandatario de Uruguay, José Mujica. Gran parte de los pobres también lo apoyan.